La valija del docente
(algunos consejos antes de entrar al aula)
Alicia Mella
Hay
quienes dicen que cuando un docente entra al aula, entra desnudo, sin
protección alguna frente a la mirada nada complaciente de los alumnos. Yo
pienso, sin embargo, que como docentes deberíamos entrar al aula portando una
valija de conocimientos de distinta índole, que nos permita desarrollar las
tareas de enseñanza sin temores infundados, y que debería ser suficiente
herramienta para perder la inseguridad que invade a más de un neófito en la
profesión. Además, no se trata de llevar consigo una caja de Pandora que al
abrirse provoque el caos. Como docentes precisamos de distintos saberes, entre
ellos también el de organizar los
saberes.
¿Qué deben saber los docentes sobre
la enseñanza?, se pregunta Philip Jackson, o cuáles
son los requerimientos epistémicos de la enseñanza como método, como un modo de
hacer las cosas. Afirma que para enseñar se necesita conocimiento de métodos y de contenidos didácticos. Agrega que no
es suficiente tener sentido común para enseñar, aunque de todas maneras también hace
falta. Para él tampoco basta con excusarse, como hacen algunos, diciendo que
muchos docentes no se siguen capacitando. Personalmente, no adhiero a la teoría
de que se puede ser docente “nato”. Enseñar para mí tampoco consiste en
simplemente contar y mostrar un saber. La realidad es que hay mucho que
aprender sobre la enseñanza.
En nuestra valija pedagógica, con la que
debemos entrar siempre al aula, lo primero que debemos guardar son fundamentaciones teórico-epistemológicas y
metodológicas, que nos brindarán bases para intervenir coherentemente. Para
fundamentar mi trabajo en el aula yo elijo la perspectiva del interaccionismo social de Jean-Paul
Bronckart, inspirado en Vigotsky, de corte marxista, que se apoya en la
dialéctica materialista. Según este punto de vista, el psiquismo humano se ha
construido históricamente mediante actividades colectivas, debido a las
capacidades bio-comportamentales de los humanos. De ahí que se entienda a la
educación escolar en su carácter social (colectivo). Bronckart propone algunos
principios de acción didáctica como los siguientes:
1) Adoptar
una actitud diferenciada con respecto a los saberes.
2) Aceptar
que para el aprendiz esa misma relación con el saber se construye progresivamente.
3) Construir
escenarios y adoptar un lenguaje que preserven los objetivos y los objetos de
aprendizaje.
Para
Bronckart, el saber se construye en la interacción social, es necesaria la
mediación formativa. En este sentido es vigotskyano y no piagetiano. Piaget,
sostenía la teoría del constructivismo según la cual el alumno puede aprender
en contacto con el objeto, naturalmente, sin mediación. Esta teoría pone
énfasis en lo individual sin tener en cuenta la historia y los procesos
sociales, del mismo modo que lo hacen las neurociencias. En cambio, Bronckart –que sigue a Vigotsky- pone acento
en la tarea del docente como facilitador, capaz de crear un medio óptimo para
que el estudiante pueda aprender. Por otro lado, para no caer en el determinismo
socio-cultural se debe tener en cuenta las particularidades de la persona que
aprende, su micro-historia experiencial. En este sentido se hace imperioso pensar
los jóvenes.
Debemos
tener conocimiento de alumnos. Este
es otro conocimiento que no puede faltar en nuestra valija del docente. No
obstante, hay muchos docentes que no tienen grandes conocimientos sobre ellos y
aun así pueden enseñar. Para estos docentes es importante la noción de presunción de identidad compartida. Sin
embargo, cuando el docente no comparte la misma cultura que los alumnos, este
método falla, y en realidad así ocurre casi siempre.
Entre
docentes y alumnos –y entre los alumnos mismos- hay diferencias no sólo de edad
sino en variables como clase social, etnia, género, discapacidades físicas,
etc. Debemos agregar que sobre los jóvenes pesan grandes prejuicios. Como dice
Reguillo Cruz, hay que “deconstruir” el
discurso que ha estigmatizado a los jóvenes, tanto a los “no institucionalizados” como a los
“incorporados”. Hay que partir de contemplar que los jóvenes no son todos
iguales ni homogéneos. Pennac, por ejemplo, habla de cinco clases de niños, que
también podría útil para pensar en jóvenes:
Hoy en
día existen en nuestro planeta cinco clases de niños: el niño cliente entre
nosotros, el niño productor bajo otros cielos, así como el niño soldado, el
niño prostituido y, en los paneles curvos del metro, el niño moribundo cuya
imagen, periódicamente, proyecta sobre nuestro cansancio la mirada del hambre y
del abandono. Son niños, los cinco. Instrumentalizados, los cinco.
Debemos
tener en cuenta que para los jóvenes la autoridad constituye un Otro con el que
no se identifica, eso es lo que suele suceder con el profesor.
Por
último, es indispensable poner en nuestra valija docente consignas que pongan en acción a los alumnos, que los movilicen y
podamos evaluar el proceso de principio a fin sobre cómo van aprendiendo nuevos
contenidos, al mismo tiempo que evaluamos nuestra propia práctica como
docentes. Cuando los estudiantes no comprenden las consignas, cuando el efecto
en ellos no es el que esperábamos, no debemos tener miedo a sentir cuestionada
nuestra autoridad, no debemos sentirnos “desnudos”, sino que deberíamos poder
tener en cuenta que el saber –y la valija – que traen los alumnos también son
válidos. No le estamos hablando a una pared sino a personas, por lo tanto si
queremos que nuestras propuestas de trabajo funcionen es vital la interacción.
Hay
que tener en cuenta que las consignas no equivalen a las tareas. La tarea es la
actividad de enseñanza mientras que la consigna es la operacionalización de la
enseñanza e incluye la tarea, nociones didácticas y nociones teóricas. Las
consignas pueden definirse, según Dora Riestra, como textos que organizan las
acciones mentales de los aprendices. Son importantes como instrumentos de
evaluación diagnóstica, que funcionan como mediador entre el docente y el
aprendiz. Allí se expresa cómo se dirige el educador hacia el alumno y su
relación con el saber, y luego también los efectos de la intervención docente
en el alumno. A través de las consignas se da una interacción social. También pueden considerarse como modelos de
pensamiento vehiculizados en las acciones de lenguaje de los enseñantes, que
producirán un determinado efecto.
Estas
son sólo algunos de los conocimientos con los que convendría ir equipados al
entrar al aula, ya que nos permitirían desempeñarnos con mayor soltura en un
terreno que no tiene por qué ser hostil ni para alumnos ni para docentes, sino
que podemos concebirlo como un espacio de encuentro e interacción colectiva.
Día a día, con experiencia pero también con continua formación, nuestra valija
docente irá engordando, reemplazando a agregando saberes que esperan ser
colectivizados y puestos en marcha. De nosotros depende si la próxima vez que
entremos al aula nos sintamos desnudos o con valija en mano.
muy bueno
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