Me dió hambre. Por eso volví a mi casa. A los días suena el hermoso timbre de mi casa (en serio, es hermoso, tendrían que probar, ir y tocarlo, los invito). Era la muchacha grande de Buenos Aires. Vino a despedirse. La conversación inevitablemente salió a flote: No creo más en Dios. -Le digo, mirándola a los ojos- Yo quiero decirte que Dios te ama y yo también. Yo lo único que puedo decirte es que Dios es real- Me contesta, con lágrimas en los ojos. No quisiera que mi blog sólo sea para atacar la religión, pero se trata de imponderables, de circunstancias inesperadas que me siguen surgiendo a la vuelta de cada esquina. Un día me entero de que hay un camarada LGTB cristiano. Otro día una señora lesbiana (¿o un troll?) me quiere evangelizar colocando comentarios y videos en el muro de mi facebook. Toda una serie de acontecimientos que me ofuscan un poco. ¿Qué tengo para decir frente a esto? Antes que nada, mi manera de enfrentar a la gente religiosa no es escandalosamente violen
Lecturas que revolucionan